El empate de la selección argentina de fútbol frente a
Chile en la final de la Copa América, que derivó en una injusta derrota por
penales, volvió a reflotar, como era previsible, ciertas críticas de quienes
increíblemente aún cuestionan a Lionel Messi, aunque son expresiones cada vez
más minoritarias e irracionales. Las diatribas evidentemente se han potenciado
debido al hecho de que justo el 10 falló su penal en la definición.
La postura de quienes son críticos del astro ha de estar teñida de una alta dosis de saña personal e incomprensible,
o bien de ignorancia futbolística, ya que los hechos deportivos hablan por sí
mismos: con apenas 29 años recién cumplidos, Messi ha batido el récord de
Gabriel Batistuta y se ha consagrado como el máximo goleador de la historia de
la selección argentina, con un asombroso promedio de medio gol por partido. Su
rendimiento, tanto en Barcelona como en la selección, es prácticamente siempre
superlativo, y ya casi nadie discute que es el mejor jugador del mundo, muchísimos
sostienen que de la historia. El amor y la admiración que genera se han visto
notablemente reflejados en esta Copa América, con estadios enteros repletos de
hinchas de todas partes venerándolo.
En los últimos tres años, la selección argentina ha jugado
consecutivamente las tres finales de los importantísimos torneos que se han disputado
(un mundial y dos Copas América), perdiéndolas inmerecidamente, y se ha mostrado
claramente como el mejor seleccionado del mundo, en cuanto a solidez, nivel de
juego e individualidades.
Evidentemente, en estos extraordinarios logros -que no
son debidamente reconocidos por la circunstancia de no haber ganado la copa,
culpa del azar y la fatalidad que en todo deporte tienen su injerencia- la
participación de Messi ha sido determinante. ¿Acaso habría llegado a las finales Argentina sin él?
Pero nada es suficiente dentro del elevado grado de
fanatismo y exitismo que rodea al fútbol, que muchas veces es exacerbado por
los periodistas deportivos, quienes en vez de analizar fríamente estos
increíbles logros individuales de Messi y grupales de la selección, pretenden,
como el más básico de los hinchas, la ridiculez de que haga tres goles por
partido y gane, él sólo, finales contra los mejores equipos del mundo.
Todos lo quieren y es nuestro. Nos representa, tanto
deportivamente como fuera del campo de juego, con una ejemplaridad notable.
Pero él, seguramente intuyendo esta oleada de críticas que se venían luego de
fallar el penal, ha decidido abandonar la selección.
Este equipo, y Lio en particular, nos han llevado a lo
más alto del fútbol mundial, y nos dan motivos para agrandar el orgullo de ser
argentinos.
Ojalá, cuando las cosas se calmen un poco, Lío revea esta
decisión y nos salve de la abulia de tener que mirar los partidos de la selección sin él en la cancha,
Ojalá nos perdone, una vez más.
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